Aun se sienten voces sobre le fallo de la Corte Internacional
de Justicia en el sonado caso de San Andrés. Las seguiremos sintiendo porque de
por medio hay una decisión extraña, la Corte se salta su propia jurisprudencia
para dar una sentencia que cercena en principio casi 80 mil kilómetros de mar a
Colombia, pero que abre las puertas para que en el futuro Nicaragua continúe sus
reclamaciones, como lo advirtió la canciller María Angela Holguín.
Las condiciones del fallo, que tildan de inapelable,
no dejan de ser odiosas para los colombianos, cuando la misma Corte
desconociendo el camino natural de este tipo de litigios, arrebata una porción
valiosa de espacio donde se ubica una de las áreas protegidas de biosfera
marina más importante del mundo y además una despensa irremplazable en la zona
para nuestros pescadores.
Con un gran esfuerzo se han constituido en San
Andrés asociaciones de pescadores artesanales que derivan su sustento de lo que
el mar les entrega y a raíz del pensamiento asociativo estamos llegando a
mercados tan importantes como los Estados Unidos o Europa.
Esto no puede frenar en seco, así lo propusimos a la
Cámara de Representantes y como seguimiento sesionamos en la Isla el 27 de
noviembre. Nuestro esfuerzo debe estar enfocado en los miles de sanandresanos
que viven de la pesca, cuyos bancos –como ya se dijo- están ubicados en las
aguas que el fallo entregó a Nicaragua.
Colombia no es un país de confrontaciones, no nos
anima el espíritu bélico ni los encuentros entre estados, somos respetuosos de
la normatividad por tradición, pero sabemos defender nuestras posiciones hasta
que la misma norma agota esa defensa.
Bien hace el gobierno nacional al estudiar en
derecho lo que parece haberse fallado de otra manera, porque así damos
lecciones superiores de relaciones internacionales y defendemos nuestra
soberanía con argumentos y no con percepciones individuales.
Excelente artículo, tienes mucha razón en lo que dices, muy buena reflexión.
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